jueves, 7 de octubre de 2010

Una vida larga y sana


Se puede cumplir años sin perder calidad de vida. Los ingredientes del codiciado elixir de la juventud son alimentos sanos, ejercicio y actitud vital positiva.

La palabra antiaging –antienvejecimiento– tiene el éxito asegurado. Adorna portadas de libros y revistas, productos cosméticos, suplementos nutritivos y tratamientos en centros de salud. Llega de Estados Unidos, donde su popularidad se multiplica por cien y donde se ha creado incluso una Academia de Medicina Antienvejecimiento con todos los honores científicos. Pero el éxito no oculta las contradicciones del antiaging. ¿Acaso es posible luchar eficazmente contra el envejecimiento? ¿Es, incluso, una idea saludable?

Cierto es que la humanidad ha buscado siempre el elixir de la eterna juventud. En nuestros días ha tomado la forma de una medicina que recurre por igual a las tecnologías más sofisticadas y a las terapias naturales. Además, la medicina antiaging se caracteriza por un alto grado de personalización. La edad que importa no es la que viene en el documento nacional de identidad, sino la que indica el estado de los tejidos y sistemas corporales. Por eso, se proponen un gran número de pruebas diagnósticas que evalúan a fondo el estado del organismo y permiten diseñar tratamientos adecuados.

Parece una buena estrategia, pero no todos los expertos están de acuerdo en la utilidad de todas las pruebas ni en la interpretación de los resultados. Los críticos aseguran que suelen descubrirse desajustes y peligros donde no los hay, y que muchos de los remedios no han demostrado su eficacia. El antiaging triunfa en una sociedad que adora la juventud y rechaza la vejez y la muerte, pero toda la ciencia del mundo no puede detener el natural envejecimiento. Parte del arte de vivir a cualquier edad implica asumir el paso de los años con sus ventajas y desventajas, y hacer lo necesario para que el organismo funcione a pleno rendimiento sin que se deteriore más de lo inevitable.


¿Cuánto podemos vivir?

Está en nuestras manos vivir muchos años, pues ya se conocen bastante bien los factores que ayudan a prolongar la vida. La mejor noticia es que los años de vida no están escritos en los genes, ya que éstos condicionan la longevidad sólo en un 25 por ciento. Es decir, disponemos de un 75 por ciento de libertad de acción para ganar años a través de la alimentación, el ejercicio físico y, sobre todo, la actitud vital.

¿Cuántos años podemos esperar vivir? Algunos expertos aseguran que sería posible alcanzar los 130 o incluso 150 años si el cuidado del cuerpo fuera perfecto. Sin embargo, otros opinan que no está en nuestra mano superar por mucho los 120, edad que han alcanzado los seres humanos más longevos. Por ahora, los hombres españoles alcanzan una media de 73 años y las mujeres de 81, lo que nos sitúa entre las naciones con mayor esperanza de vida, pero existen poblaciones más longevas. Los japoneses atribuyen su larga existencia al pescado, al té verde y al miso. Los legendarios hunzas, que viven en las montañas del Himalaya y alcanzan con facilidad los cien años, siguen una dieta abundante en verduras y beben agua pura. Más cerca, en un pueblo de Italia, Campodimele, la proporción de centenarios es tan elevada que ha atraído la atención de los estudiosos. Los centenarios del pueblo atribuyen su salud al aire puro y a los ajos y cebollas que adornan todos sus platos, cocinados de manera sencilla y tradicional, únicamente con verduras, hortalizas y frutas de la temporada, y los quesos y aceites artesanales. Investigadores de la Universidad de Roma añaden el ejercicio constante a lo largo de toda la vida –el pueblo está lleno de pendientes y escaleras– y el apoyo familiar.


Prevención básica

Un estudio de las universidades de Duke y Yale concluye que se podría vivir una media de cien años si se controlaran los niveles de presión sanguínea, colesterol y azúcar a partir de los 30 años.

La hipertensión aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares –una de las principales causa de muerte en nuestro país–, por lo que si las mediciones superan por poco los 120 mm de máxima o los 8 mm de mínima, se hace necesario perder peso, realizar más ejercicio, practicar alguna técnica de relajación y tomar alimentos ricos en calcio y magnesio.

Otro factor de riesgo es la obesidad mórbida, no el ligero sobrepeso, que, según varios estudios, puede incluso alargar la esperanza de vida. Cuando el exceso se sitúa en unos 45 kg, se multiplica la probabilidad de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes, osteoartritis y cáncer. Como perder kilos es difícil, conviene prevenir haciendo ejercicio, siguiendo una dieta que proporcione las calorías justas y, si es el caso, buscando las razones emocionales o metabólicas que pueden estar detrás de una tendencia persistente a engordar.


NO SÓLO EL COLESTEROL

Un indicador tradicional de peligro es el colesterol, aunque el análisis de los niveles de HDL (bueno), LDL (malo) y total debiera ampliarse con la medición de la homocisteína, los triglicéridos y la proteína C reactiva para hacerse una imagen real del auténtico riesgo. Estos análisis pueden revelar inflamaciones que en sus etapas iniciales pasan de-sapercibidas, pero que están relacionadas con el asma, las enfermedades autoinmunes, la esclerosis múltiple, el intestino irritable, la enfermedad de Alzheimer, el Parkinson, el cáncer y otras enfermedades relacionadas con el envejecimiento.

El origen de la inflamación silenciosa que con el tiempo deviene en todas estas enfermedades está en la dieta. Para prevenirlas se aconseja, en primer lugar, reducir la ingesta de grasas omega-6, que se hallan en el aceite de girasol y de maíz, en las margarinas y en los productos de bollería, salsas y todo tipo de platos preparados que contienen grasas vegetales. En cambio, conviene consumir ácidos grasos monoinsaturados –en el aceite de oliva y el aguacate–, y omega-3, que se hallan en el pescado azul, el aceite de lino y cáñamo y los productos lácteos de animales que se alimentan con pasto fresco.

Por otra parte, es bien sabido que los hidratos de carbono de absorción lenta, como los contenidos en los cereales integrales, las legumbres y las frutas, son preferibles para mantenerse sano que los de absorción rápida, como los que se encuentran en los alimentos elaborados con harinas refinadas, los refrescos, el azúcar, los dulces o las patatas fritas. Con estas medidas dietéticas el riesgo de padecer diabetes se reduce enormemente.

Con el paso de los años, muchas personas experimentan una tendencia a consumir menos cantidades de alimento. Por otra parte, la eficacia del organismo para extraer algunos nutrientes disminuye. Por tanto, en esta etapa de la vida es más importante que nunca elegir alimentos con una alta concentración de nutrientes.












Natalia de la Torre


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