Es también una manera de mantener bajo control el estrés, auténtica amenaza para la salud. Ejercicios respiratorios, técnicas de meditación o masajes son recursos en los que profundizar si la ansiedad –un mal cada día más frecuente– se ha convertido en un problema. Un estudio realizado por la Universidad de Harvard sobre 460.000 personas ha demostrado que las personas que alcanzan mayor edad tienen sólo una característica en común: no se estresan, no se preocupan innecesariamente. Esta virtud, según el estudio, es más decisiva que la dieta, el ejercicio, los genes o cualquier otra variable.
El estrés crónico está ligado al envejecimiento porque reduce la eficacia del sistema inmunitario. El cuerpo dedica su energía a reaccionar ante una supuesta amenaza, a costa de los procesos que protegen la salud a medio y largo plazo. La consecuencia es que aumenta el riesgo de padecer enfermedades.
Alimentarse, ejercitarse y descansar sólo resulta eficaz si somos optimistas. Las actitudes negativas son un lastre. Desde luego, los comportamientos no se cambian fácilmente. A veces se hace necesaria una terapia larga y dolorosa. Pero ya se busque un cambio de tono o una revolución interior, se conseguirá más fácilmente si nos zambullimos sin más en el cultivo de las actitudes positivas: el humor, el gusto por la belleza y lo placentero, el perdón, la gratitud… Con la edad, deberíamos sentirnos orgullosos de ser más sabios y comprensivos con las debilidades propias y las de otras personas. Si además se da sentido a la vida haciendo cosas útiles para la comunidad, las probabilidades de vivir más años aumentan. Y aunque no fuera así, serán más alegres y plenos.
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